Mudarse a otro país no solo cambia tu dirección, también transforma tu forma de ver la vida, tu alimentación y tu relación con el bienestar. Esta es mi historia, un camino de aprendizaje entre culturas, sabores y desafíos.

Mi conexión con la nutrición
Desde muy chica, mi relación con la nutrición estuvo presente, influenciada tanto por mis experiencias familiares como por la cultura gastronómica que me rodeaba. Cuando llegó el momento de elegir una carrera universitaria, Nutrición fue lo que más sentido tenía en mi vida.
Así comenzó mi aventura en una profesión hermosa, aunque mucho más desafiante de lo que imaginaba. En medio de momentos difíciles, superaciones y esfuerzo, finalmente logré mi objetivo: me recibí de lo que tanto había soñado. Pero, al cumplirlo, me di cuenta de que había dejado de lado otro gran sueño que me acompañaba desde niña: emigrar y descubrir el mundo.
Mi camino por Europa: aprendizajes y evolución
Cuando decidí que era hora de aventurarme nuevamente, dejé atrás mi vida en Argentina y llegué a Austria para convertirme en parte de una familia tan tradicional como se podía imaginar. Durante ese año, aprendí y crecí más de lo que había esperado. Sin embargo, mi deseo de seguir experimentando me llevó a dar el siguiente paso: Dinamarca.
Allí viví con dos familias danesas y, más allá del frío, encontré amistades que hoy son hermanas para mí. Cuando parecía que era momento de volver a casa, Alemania me ofreció una nueva oportunidad. Llegué con dudas, pero en poco tiempo supe que era aquí donde quería echar raíces y, por fin, dedicarme a lo que tanto me había preparado.
Un viaje de autoconocimiento y amor propio
Todos estos años han sido una montaña rusa de emociones: alegrías, incertidumbres, ansiedad por el futuro y decisiones que marcaron mi vida. Pero, sobre todo, han sido un proceso profundo de autoconocimiento y amor propio.
Entre visas, idiomas y cambios alimentarios, nunca dejé de estudiar y capacitarme. Aprender siempre me ha motivado, y saber que algún día podría compartir mis conocimientos con otros me impulsaba a seguir. Con el tiempo, descubrí que el aprendizaje no solo debía ser una meta, sino también un disfrute en sí mismo.
Si tuviera que resumir todo este camino en un solo aprendizaje, sin duda sería amor propio. Aprendí a poner límites, tanto con los demás como conmigo misma. Aprendí a escucharme, a identificar lo que realmente quiero y lo que no estoy dispuesta a aceptar. Comprendí que, aunque siempre hay espacio para negociar, mis principios y mi bienestar no son negociables.
Hoy, me siento plenamente feliz de haber llegado a esta versión de mí misma. Por eso creé este espacio, para que tú también puedas encontrar la versión de ti que te haga sentir plena.
Add comment
Comments